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Por Katerine Albornoz
El arte peruano se puede comprender desde distintas aristas; en esta breve nota, exploraremos su perspectiva histórica y la adaptación de nuevas prácticas extranjeras a la práctica artesanal peruana (Stastny, 1981). Para ello es importante reconocer la extensa herencia cultural de las antiguas sociedades, abarcando áreas como la cerámica, el tallado, los mates burilados, la textilería, entre otras expresiones artísticas.
A continuación, nos enfocaremos en la práctica Textilería. Los antiguos pobladores peruanos desarrollaron su tecnología en torno a la confección de prendas y objetos destinados a diversas funciones y usos. Sin embargo, la evolución de la actividad textil no se detuvo con la llegada de los españoles; por el contrario, introdujeron un nuevo sistema de trabajo, conocido como obraje, y nuevas tecnologías. Esto conllevó al gradual desplazamiento de algunas prácticas tradicionales y a la reconfiguración del significado de las prendas (Muñoz, 2006; Ramos, 2010; Trailer films, 2022). Este proceso de adaptación y resignificación de prácticas se ha repetido a lo largo de la historia. En esta oportunidad, abordaremos la presencia y los posibles usos de una técnica para tejer incorporada al Perú en los últimos siglos: la técnica a crochet.
Según Guerrero (2017), el tejido a crochet es una técnica que implica el uso de un gancho e hilo. La técnica consiste en crear cadenas donde un eslabón se sujeta del siguiente, logrando un efecto escalonado como resultado. Según Annie Potter, el término “crochet” es de origen francés y hace referencia al instrumento utilizado: una aguja alargada con un gancho en uno de los extremos (Figura 1).
Determinar el origen preciso de la técnica del crochet es complicado; no obstante, existen algunos indicios que señala Guerrero (2017):
1. La técnica del crochet era conocida en Italia desde el siglo XVI, denominada como "trabajo de monja" o "encaje de monja". En este contexto, se utilizaba para confeccionar encajes similares a los producidos con bolillos.
2. Esta técnica tiene su origen en el bordado chino, que llegó a Europa en el siglo XVIII y se conocía como "bordado de pandereta".
Se tiene constancia del uso de la técnica del crochet a mediados del siglo XIX en Irlanda. Durante esta época, los irlandeses enfrentaron una severa hambruna debido a una plaga que afectó sus cultivos de papas. En este contexto, el crochet surgió como una solución al problema. Las monjas, utilizando esta técnica, replicaron los finos encajes y comenzaron a enseñar a madres, niños y hombres (Figura 2). Esta alternativa se convirtió en un medio de subsistencia más rentable, ya que requería menos implementos, permitía trabajar desde casa y reducía el tiempo de empleo (Guerrero, 2017).
La técnica tiene sus raíces en tiempos remotos, y su incorporación a nuestra sociedad no está clara; posiblemente ocurrió durante la época Colonial. Sin embargo, aún se requieren investigaciones que nos aclaren qué técnicas introdujeron los españoles y cómo se adaptaron a las prácticas textiles ya existentes en nuestra sociedad colonial. Lo que podemos destacar es que el tejido a crochet ha evolucionado para adaptarse a los diversos grupos sociales actuales. Una de sus principales cualidades es su versatilidad para confeccionar prendas finas, desde encajes, sombreros y mantas, hasta zapatos de bebé, muñecos u objetos decorativos.
En cuanto a los muñecos u objetos decorativos elaborados con esa técnica, se les conoce comúnmente como Amigurumis.
Los amigurumis son muñecos tejidos a mano mediante la técnica de crochet, y su elaboración abarca desde objetos decorativos como animales, plantas, personajes, entre otros. La palabra “Amigurumi” tiene origen japonés y está compuesta por dos términos: “ami”, que significa tejer y “gurumi”, que significa muñeco (Donneys, 2022; Peñafiel, n.d.).
Es probable que el origen de los amigurumis se remonte a la dinastía Shang en China. A principios del siglo XVI, esta técnica artesanal se difundió gracias a la interacción entre Japón y China (Donneys, 2022).
A finales de la Segunda Guerra Mundial, Japón atravesaba momentos difíciles. En este contexto, algunos expertos en amigurumi señalan la relevancia la labor de tejer muñecos por parte de las abuelas, no solo como una forma de entretenimiento, sino también como un alivio para la población más joven (Gutierrez, 2018; Toquiantzi, 2020).
En 1970, surgió la cultura “Kawai” en Japón, destacando personajes como Hello Kitty. Con el tiempo, esta cultura se diversificó y se incorporó en d diferentes ámbitos sociales y cultural (María de la Candelaria, 2021; Romero, 2017). A mediados del siglo XX, la práctica de tejer muñecos se internacionalizó, y hoy en día, encontramos amigurumis en tiendas físicas o virtuales, ferias, tiendas independientes y otros espacios, formando parte gradual de nuestra cultura contemporánea.
En la actualidad, el amigurumi se integra como una actividad textil artesanal, y las artesanas que trabajan en este ámbito pertenecen a diferentes grupos sociales, con un público igualmente variado. Es importante destacar que esta labor se enmarca en un contexto determinado, adquiriendo una carga simbólica, ya sea cultural, económica o de índole religiosa, desempeñando un papel fundamental como medio de transmisión.
Para confeccionar un amigurumi, debemos contar con un crochet o ganchillo, así como emplear materiales como hilo o lana de algodón, que pueden variar en grosor, color y textura. Además del relleno de espuma o fibra siliconada (algodón o pluma sintética), es posible utilizar materiales reciclables como retazos de tela, arena, entre otros (Donneys, 2022).
Los amigurumis se elaboran mediante la técnica del crochet en espiral o “el anillo mágico”. Este proceso implica formar una cadena de manera circular, donde cada eslabón está sujeto al anterior (Donneys, 2022) (Figura 3 y 4).
Con el fin de profundizar en el fascinante mundo del tejido de muñecos, específicamente amigurumis, entrevistamos a la artesana Sara Vargas del distrito de Casa Grande.
KA: ¿Cómo empezó a tejer amigurumis?
SV: En el año 2018, mi sobrina me inscribió en clases de tejido de muñecos de apego. Mientras cuidaba a mi hermana, practicaba mi tejido y generaba ideas, ya que a ella le gustaba el trabajo manual. A principios del 2019, su partida me sumió en la depresión, y el tejido se convirtió en mi terapia. Durante toda la pandemia me dediqué a tejer, y surgió la oportunidad de participar en una feria donde expuse toda la producción realizada.
El 2018 no marcó mi primera experiencia tejiendo; más bien, perfeccioné mi técnica. Recuerdo que cuando estaba en la universidad, confeccioné un ajuar para la esposa de mi tutor, quien estaba embarazada. En esa época, también tuve una experiencia emprendedora, participando en una convocatoria para confeccionar 3000 muñecos de peluche con otro material y técnica, junto a una amiga y mi hermana.
KA: ¿En qué se centra al momento de tejer el amigurumi?
SV: En mi técnica, me concentro en las expresiones faciales, reflejando estados de ánimo. Hay muñecos que resultan tristes, hinchados, enojados o alegres, dependiendo del estado de la persona. Por eso, lo veo también como terapéutico. Considero que la artesanía es la transformación del alma en un producto, otorgándole un valor especial. Además, es algo elaborado con mis propias manos, impregnado con mi esencia. Quizás por eso no lo veo únicamente desde una perspectiva económica.
KA: ¿Cuáles son sus motivaciones para tejer?
SV: Para mí, tejer es terapia, y mi principal motivación es seguir compartiendo mi arte. Si puedo transmitir la cultura de mi zona a través de mi trabajo, lo hago. Es por eso que comencé a tejer muñecos con temáticas de la zona, como la marinera o la Señora de Cao.
Como hemos observado, comprender el desarrollo de la actividad textil en el Perú implica el constante proceso de integrar y adaptar materias primas, técnicas y tecnologías extranjeras. Un ejemplo sería la introducción del lino, el fieltro o el batán por parte de los españoles, lo cual también ocurrió entre nuestras sociedades durante el periodo prehispánico (Chocano et al., 2020; Ramón, 2013). Esto nos permite ser conscientes de que los conocimientos adquiridos son el resultado de una serie de aprendizajes que constituyen nuestro contexto sociocultural actual.
En la actualidad, la técnica del crochet es una parte integral de nuestra realidad sociocultural. Podemos observar a personas de diversas edades, desde mayores hasta jóvenes, practicando esta labor, al igual que sucede con los amigurumis. Aquellos que se dedican a esta tarea, ya sea como parte del legado familiar o por interés personal, desarrollan su experiencia y se orientan hacia el ámbito artesanal. Las motivaciones
pueden ser diversas, y aunque el factor económico destaca, en esta ocasión añadimos uno más: el factor emocional.
Consideramos importante preservar y continuar la práctica de estos conocimientos. Para lograrlo, es esencial tener en cuenta las motivaciones y explorar cómo vincularlas, haciendo uso de ellas como medio de comunicación.
Expertos artesanos compartirán sus conocimientos en el Complejo Arqueológico El Brujo
La próxima exposición “Descubre el Mundo del Crochet: Técnica Amigurumi” se realizará el jueves 23 de noviembre de 11 am a 12 m en el Complejo Arqueológico El Brujo, donde la artesana textil y docente Sara Vargas compartirá a los asistentes su experiencias y conocimientos sobre esta práctica ancestral. Para más información, ingresa aquí.
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